El diario digital más leído en la región

"Días locos", el emotivo recuerdo de Daniel Collinet por el Día del Comparsero

"Días locos", el emotivo recuerdo de Daniel Collinet por el Día del Comparsero

23.09.2021               11:05| Hoy se recuerda el Día del Comparsero a partir de una tragedia que enlutó a toda la sociedad. Daniel Collinet muestra con sentidas palabras el espíritu de un sentimiento especial.

 

En casa había un olor raro. Desagradable aunque con el correr de las mañanas y las noches te ibas acostumbrando. En casa y en Lo de Mancho, a dónde nuestros viejos nos llevaban, a mi hermano y a mí, sin consultarnos y para qué nos entretengamos aunque no hubiese nada entretenido.

 

Es que todo lo que había era gente grande, que hablaba de tocados, de lentejuelas, de plumas. Muchas plumas había.

 

Muchas personas invadían mi casa, que hasta entonces solo sabía de paz, calores y siestas eternas preguntas en las que ni las lagartijas andaban.

 

Quizás, si me agarraba con otra edad, no me agarraban para esas tardes de espera, que se volvían noches con ritmo en las improvisadas escaleras de la cancha del club Sportivo.

 

Ahí la cosa era un cachito distinta, porque a media luz aunque sea, pero se veía un espectáculo muy particular.

 

A ritmo esplendoroso primero y gallináceo después, te ibas metiendo en las entrañas del carnaval, sin darte cuenta.

 

Mientras José enseñaba y a veces hasta rabiaba cuando no todo salía.  Después, las noches largas de una avenida y sus figuras, que incluían pomberos, caúes y figuras estelares.

 

Las bocinas distribuidas a lo largo de un corso que parecía interminable, no sé cansaban de repetir que el jugo era de "pomelo, naranja, limón y mandarina", aunque muchos éramos los que preferíamos esperar al cocacolero que traía una mochila con una manguera, y vasos que se llenaban de espuma.

 

Espuma también había, hasta que te entraba en los ojos y te ardía como la gran siete. Hasta las lágrimas ardía.

 

Entonces, una voz gritaba fuerte y largo que se venía la comparsa de uno o de otros. Los otros, eran enemigos por entonces. Al menos así fue durante los corsos y hasta un veintitrés de septiembre. Volvíamos a casa a cualquier hora y nuestro hogar seguía su ritmo caótico, al menos durante el tiempo que durará la festichola popular.

 

De a poquito la costumbre del revuelo se me fue volviendo apasionante. Fue mucho después de un año en que me armaron un traje y no salí ni a la esquina.

 

Por ahí anda aún esa chaquetilla tan prolijamente bordada. Junto con algunas crestas y algunas fotos cargadas de felicidad. Felicidad de la que alguna vez, todos deberíamos permitirnos tomar un sorbito.  Y vivir. Esos cuatro o más, días locos.

Buscar en el sitio