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Veteranos de guerra correntinos en Malvinas: siguen "sanando heridas" en otro viaje histórico
15.04.2025 11.40| Las emotivas historias de los excombatientesc correntinos que están en Malvinas. "Es conmovedor. Siento muchas cosas, y me vienen a la mente todas las cosas que pasamos acá... estamos sanando heridas", expresó Ramón Feliciano Vargas, de Monte Caseros. Hoy la delegación visitará el Monte Harriet, donde se concretó una de las batallas más sangrientas de la guerra.
La comitiva de correntinos que volvió a Malvinas, 43 años después de la guerra, tuvo su segundo día de actividades en la isla, tras el emocionante homenaje a los caidos el día anterior en el cementerio de Darwin. En esta ocasión subieron a los dos montes en que estaban sus posiciones de combate.
Subir paso a paso por un camino casi borrado por el amarillento pastizal salpicado por arbustos pequeños que alfrombran las superficie de la isla, fue la enomre primera misión en campo abierto para la delegación de 20 excombatientes correntinos que por estos días visitan Malvinas, a 43 años de la guerra.
La mañana nublada, lluviosa y con un intenso viento y frio que calaba hasta los huesos, no fue inconveniente para el grupo de exsoldados saliera este lunes prestos hacia los montes Tumbledow y William, bastante alejados de Puerto Argentino.
El micro los pasó a buscar temprano al hotel en que están hosperados, junto con el enviado especial de Radio Dos y época. Adentro del vehículo la atmósfera era otra, no solo por la calefacción, sino especialmente por haber vivido un domingo de enorme emoción con la visita que hicieron al cementerio de Darwin para rendir homenaje a los caídos en combate.
En el andar sinuoso del colectivo, que toma el carril izquierdo, vamos viendo bastante de Puerto Argentino, en su centro y periferia, sumamente ampliada. Luego, campo abierto y en el fondo: Tumbledow y William. Dos zonas que en el 82 fueron escenarios de los más cruentos combates. Varios de los que integran la delegación fueron protagonistas o tuvieron alguna conexión con el lugar.
La caminata duró tres horas, entre ida y vuelta. La subida tuvo de todo. El suelo espongoso parecía alivianar la marcha, pero la enorme irregulidad del terreno demnadó un poco de ingenio y bastante esfuerzo apenas empezamos a avanzar.
Entre pastos amarillentos, un fondo de gramilla verde y la turba amortiguante, pasamos rápidamente a zonas más blanda, con agua acumulada y enormes piedras. Así de progresivo por un tramo y todo junto en la mayor parte de la extensión atravesada.
Respirando profundo, y soportando el viento y el frío, llegamos a la cumbre de Tumbledow. La llovizna no faltó para sumar dificultades y frío. Mucho por momentos.
Allí predominan dos oxidadas cocinas de campaña que intaló el Batallón de Infantería de Marian (BIM) 5. "Acá cocinaban sopa y alguno que otro guiso, pero no todos los días, eh", aclara uno de los excombatientes, mientras recuerda a unos de los encargados de la cocina, un tal Herrera.
Tras rodear la enorme pared de piedras blancas y grises de la parte superior, llegamos a una enorme cruz puesta en la cima, en honor a soldados británicos caídos. En ese instante arrazó una llovizna con vientos que nos empuejaban hacia el precipcio.
Las anécdotas de guerra no cesaban en cada mini grupo en que se había desmenbrado la comitiva correntina. En esta ocasión se comparte excursión con seis camaradas chaqueños y cuatro de Escobar, provincia de Buenos Aires.
Bajar
El descenso de Tumbledow fue menos difucultoso. El envión adquirido por la inclinación del terreno casi nos lleva directo al micro blanco que ya se veía a los lejos entre la sinuosa ruta de los valles malvinenses.
Después, en la segunda parte de esta jornada de recorrida, continúo por lugares relacionados a la guerra, aunque más adaptados al turismo común (y el que tiene gran expansión actualmente, y mucho, por cierto) como la zona del viejo aeropuerto, el faro en reparación y la enorme bahía del desembarco de las tropas que llegaron con el buque San Antonio, aquel 2 de abril de 1982.
Sus arenas blancas y un mar turqueza paracen salidas de una postal de turismo, muy lejos de parecerse a una zona de guerra.
Memoria
La tarde avanzó y emprendimos el regreso al pueblo. El frío y el cansancio ya nos empujaba a estar adentro del micro. En la vuelta un par de excombatientes detectan sus posiciones en las afueras de la zona portuaria.
En ese instante se paran como con resorte de sus asientos y se convierten en un manojo de anécdotas, y sus índices apuntados a todas partes.
La memoria sobre Malvinas está viva. Y eso también es sanador.